Si alguna vez alguno de nuestros hijos nos llegara a decir frases como “te odio” “no te quiero”, “te detesto”, realmente no es para angustiarse. Por supuesto que es algo que nos da mucha tristeza y preocupación pero hay que restarle la importancia que tienen estas frases en los niños, sobre todo en los más chicos. Los niños son niños y eso implica que en muy pocas ocasiones miden las consecuencias de aquello que dicen o hacen. Son impulsivos y, por lo tanto, se dejan llevar con mucha facilidad por sus emociones. Tienen un pobre control emocional y, con frecuencia, son las emociones las que terminan controlándoles a ellos jugándoles a veces malas pasadas. Normalmente, cuando los niños verbalizan esta clase de frases no son conscientes del significado de tales palabras.
Cuando se sienten frustrados,los niños se muestran agresivos. Todos sabemos que cuando los niños no consiguen lo que quieren, se sienten acorralados o las cosas no salen como tenían previstas, es posible que se frustren y muestren un comportamiento inadecuado. A veces, buscan en su todavía escaso vocabulario, las palabras más desagradables u ofensivas para dañar a sus padres con el objetivo de hacerles así saber que están muy enfadados. Normalmente, cuando son más pequeños manifiestan su frustración mediante carichos, insultos, llantos, etc. Sin embargo, cuando los niños son más mayores, manifiestan su frustración e insatisfacción haciendo uso de expresiones hirientes u ofensivas. Están aprendiendo a conocer y a manejar sus emociones y, no siempre saben cómo gestionarlas. Cuando tienen emociones intensas que no entienden ni controlan, como por ejemplo la frustración, terminan culpando y haciendo responsables a sus padres de lo que sienten.
Cuando un hijo nos dice que nos odia en momento de enojo, lo que realmente quiere hacernos saber es que no le gusta lo que le estamos diciendo o proponiendo o que no está de acuerdo con nuestra manera de actuar en ese momento. Decir “te odio” no es la mejor manera de expresar cómo uno se siente pero, no podemos olvidar que son niños y aún no tienen muchas otras alternativas a su alcance para expresar sus sentimientos de manera más adecuada. Los niños aprenden poco a poco durante su infancia a desenvolverse en situaciones sociales, a resolver conflictos, a controlar sus emociones, etc. Continuamente aprenden e interiorizan habilidades emocionales y sociales pero, debido a su corta trayectoria de vida, aún son pequeños inexpertos que se sienten desbordados con facilidad. Cuando se enojan, no disponen de muchas estrategias y terminan expresado su enfado haciendo uso de sus limitadas armas.
En definitiva, es importante que el niño aprenda que utilizando esa conducta inadecuada no va a obtener absolutamente nada de nosotros. Por eso, es necesario no ceder ante sus palabras, no pretarle atención y no hablarle hasta que no haya adoptado otra actitud. En cambio, si se traquiliza y asume una buena actitud podremos conversar, negociar y hablar sobre lo que ha pasado con cariño, afecto, amor y cercanía.
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