A los 3 años los niños empiezan a adquirir nuevas responsabilidades y más autonomía. A la edad de 4 años, afianzan lo adquirido y siguen aprendiendo a ser más independientes, más cooperativos y a conocer de manera más amplia el mundo que les rodea. Hasta esta edad y por necesidad, los niños son egocéntricos. Desean que todo el mundo gire a su alrededor y de hecho precisan que así sea para crecer sintiéndose importantes y capaces de tener su propio lugar en la familia, en su casa y en su entorno en general.
Sin embargo, al llegar los tres y cuatro años, el niño va saliendo poco a poco de su espiral para conocer a otras personas, relacionarse con ellas, compartir juegos y empezar en definitiva a entender que forma parte de una sociedad en la que hay otras personas con sus deseos e inquietudes que pueden, a veces, entrar en conflicto con sus propios deseos e inquietudes.
El sueño de los niños de 4 años es bastante maduro y no suelen tener inconvenientes (despertarse a mitad de la noche, pasarse a la cama de los papás, etc). Igualmente, sigue siendo normal, que haya niños que se despierten algunos días (o todos), para ir a orinar, beber agua o porque sientan la necesidad de estar acompañados.
A los 4 años la mayoría de niños acude ya a la escuela, donde coincide con niños de su edad y en el patio con niños de otras edades. Es capaz de empezar a compartir algunos juguetes ya que poco a poco va comprendiendo que el mundo no gira en torno a su figura. Así se empieza a dar cuenta que muchos juegos son más divertidos en grupo que de manera individual. En ocasiones, ya que todo proceso requiere un tiempo, no querrá compartir sus juguetes y preferirá jugar solo. Es lícito y debemos respetarlo. Compartir y jugar con los demás es muy estimulante, pero a veces uno siente la necesidad de estar tranquilo y disfrutar de algo propio sin distracciones. En esta edad descubren (quizás antes) el placer de jugar a ser alguien. Por eso les encantan los disfraces y por eso es habitual ver por la calle a niñas con alas y corona de hada y es frecuente también que los niños quieran tener disfraces en casa para jugar a ser bomberos, piratas, princesas, hadas, vikingos, sheriffs, campanillas, etc.
Los niños y niñas son capaces de hacer frases comprensibles y de dialogar. Denominan los colores y los números y empiezan a discriminar entre la mañana y la tarde. Realmente es una etapa muy linda porque siguen manteniendo la inocencia de la infancia con el añadido de la capacidad de mantener conversaciones y de empezar a explicar algunas historias.
A los cuatro años su cuerpo ha adquirido ya la capacidad de correr y saltar con armonía y con bastante seguridad. Las caídas disminuyen, aunque al aumentar las capacidades, tienden a asumir nuevos retos y por lo tanto aparecen nuevos riesgos.No debemos confiarnos nunca y, en el parque o allí donde quieran emprender sus nuevas metas, debemos estar alerta para evitar caídas o daños que se podrían prevenir. Son capaces de picar una pelota, saltar con los pies juntos, mantenerse de pie sobre un pie y saltar hacia atrás. También suben y bajan las escaleras sin ayuda utilizando un pie para cada escalón.
En cuanto a la psicomotricidad fina, pueden doblar un papel, cortar con tijeras, dibujar tomando el lápiz con los dedos correctamente y son capaces de hacer dibujos “con cara y ojos”, que los mayores podemos más o menos entender.
Es habitual que los padres de niños de esta edad tengamos la sensación de que ya son mayores. Sus capacidades racionales, el diálogo y el control de sus emociones intensas hacen que, inconscientemente, esperemos de ellos una actitud más madura de lo que realmente son capaces de tener. En ocasiones veremos en ellos personitas de pequeña estatura y en ocasiones aparecerán rabietas, caprichos y llantos que creíamos casi olvidados. Esto es porque son mayores, pero no tanto. Aún queda mucho camino en sus vidas y aún les queda tiempo para dejar atrás totalmente el egocentrismo y para controlar totalmente sus emociones. Son aún incapaces de expresar verbalmente lo que sienten y esto hace que en muchas ocasiones quieran expresarlo con el cuerpo, pegando, empujando, levantando la mano. No es que traten de hacer daño deliberadamente, es que no saben canalizar su rabia de un modo racional, no saben decir las cosas tal y como las sienten y la única manera de hacerlo es con la comunicación no verbal, con su cuerpo. Como padres debemos aceptar sus limitaciones y tratar de reconducir estas situaciones para que poco a poco aprendan a expresarse con la palabra y no con su cuerpo. Frases como “estás enfadado porque querés esto” o “estás molesto porque…” ayudan a que ellos mismos pongan palabras a sus sensaciones (“es verdad, estoy enfadado y además es por esta razón”). De nosotros depende que amplíen el abanico de posibilidades a la hora de expresarse.
Los niños de 4 años, al adquirir cierta autonomía, son capaces de pasar largos ratos jugando solos, sin compañía de nadie en su habitación, aunque eso no quiere decir que con nosotros no se lo pasaría mejor. En ocasiones nos pedirán que juguemos con ellos y en ocasiones deberemos ser nosotros los que nos ofrezcamos para ello. No hay nada mejor para un niño que compartir los juegos y momentos con aquellos a quien aprecia. Si sale de nosotros el estar con ellos verán que nos gusta pasar tiempo con ellos, que el tiempo con ellos no se convierte exclusivamente en aquel que ellos reclaman, sino que hay momentos para compartir incluso cuando ellos no lo esperan. Esto ayuda, ni más ni menos, a que se sientan queridos y amados.