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Se denomina adolescencia tardía a esa etapa del crecimiento físico, psicológico y mental comprendida entre los 16 y 19 años de edad aproximadamente. Sin embargo, ésta puede prolongarse hasta los 25 años de edad, según sea el caso. Se trata de una etapa en la cual los jóvenes enfrentan nuevos retos y, a menudo, caen en la rebeldía como una salida fácil. Además este les resulta un mecanismo para sentirse más confiados consigo mismos y ganar aceptación.
Los jóvenes desean con intensidad vivir su vida y sentirse independientes. Por lo tanto, tienden a rechazar el apoyo de sus padres e, incluso, sus atenciones. Por esta razón, muchos padres pueden sentirse menospreciados y desplazados. Existen diversas variables que influyen en la adolescencia tardía, por lo cual es necesario tener en cuenta que no todo depende exclusivamente del joven. A menudo, se presentan dificultades externas que no favorecen la superación de esta etapa. Muchos jóvenes llegan a los 25 años de edad y no tienen un trabajo ni el presupuesto necesario para independizarse de sus padres. De esta forma, aunque sean maduros, viven bajo las normas de sus padres.
Características de la adolescencia tardía
- Su meta es lograr su independencia.
- Se animan a tomar más riesgos.
- La búsqueda de la identidad continúa.
- Su sentido del humor mejora, así como sus interacciones sociales.
- Valoran aún más la privacidad y el respeto al espacio de cada quien.
- Se dan cuenta de que deben desarrollar mayor coherencia entre sus ideas y acciones.
- Aprenden a aceptar mejor las críticas constructivas y a controlar sus emociones.
- Aumenta su preocupación por el futuro, por lo que se fijan metas y planes de acción.
- En la parte sexual empiezan a valorar las relaciones serias con una mayor disposición al amor y la ternura.
- Comienzan a establecer y ordenar sus prioridades en función de criterios más realistas y acordes a las circunstancias. Por consiguiente, la toma de decisiones mejora considerablemente.
- Los jóvenes comienzan a tener una percepción distinta de su entorno. Al haber superado ya otras etapas del crecimiento (con todo lo que esto conlleva) y puesto a prueba sus límites, comienzan a reflexionar un poco más antes de actuar.
Independientemente de la relación que exista con el adolescente, ya sea padre, representante, maestro o tutor, lo indispensable es no adoptar una actitud inflexible y buscar re-aprender a convivir.
Algunas medidas prácticas:
- Cultivar la confianza.
- Hacerles saber que cuentan con nuestro apoyo en los momentos difíciles.
- Mantener una fluída y buena comunicación. Es importante que sean francos y abiertos.
- Nunca está de más dar un buen ejemplo. Aún cuando se crea (o parezca) que no lo necesitan.
- Prestar atención a sus ideas y no juzgar. Es importante que vean en uno a un guía y no a un juez.
- Involucrarse de forma sana. Preocuparse por su formación académica, intereses, aficiones, amistades, etc.
- Evitar los gritos, los prejuicios y las comparaciones odiosas. Esto no aportará nada bueno a la relación y solo conseguirá crear distancias.
- Ofrecer herramientas y consejos siempre y cuando nos lo pidan. Evitar inutilizarlos.
Aunque la rebeldía no es un factor determinante de la adolescencia tardía, este es un rasgo muy común. Para contribuir de forma positiva se recomienda lo siguiente:
- Establecer sanciones que hayan sido previamente consensuadas. Evitar imponer castigos sin sentido.
- Compartir en familia tiempo de calidad. Para esto, podemos fijar tiempo para cenar juntos, compartir una noche a la semana, ir a la escuela o bien de compras.
- Definir los roles de forma clara.
- Establecer el respeto mutuo como máxima prioridad.
- Ser razonable. Esto se logra cuando no se controla minuciosamente el tiempo del joven adolescentes.
- Felicitarlo por los logros obtenidos y motivarlo a seguir adelante cuando haya fallado.
- Al momento de corregir, evitar hacerlo en un arranque de ira. Lo mejor es calmarse y conocer la profundidad los hechos para proceder a corregir.
- Trabajar en equipo. Si es una familia completa, los padres deben unir fuerzas para establecer límites que favorezcan la salud emocional del joven.
- Determinar las situaciones que generen estrés y promueven la rebeldía en el adolescente.
- Evitar cuestionar el estado de ánimo del adolescente.