No son pocas las parejas que, con la llegada del primero hijo, se preguntan si también incorporarían una mascota al hogar. Quienes aman los animales y han tenido una infancia rodeados de perros y gatos, buscan revivir esa experiencia y transmitírsela a su primogénito/a. Por otro lado, están quienes nunca han tenido una mascota y, lógicamente, se niegan rotundamente porque consideran que ya tendrán suficiente trabajo con la llegada del bebé. También, existen futuros padres y madres que, si bien conocen lo que significa tener un animalito en el hogar, prefieren dedicarse únicamente a su bebé y, postergar el arribo de la mascota. Quienes que ya tenían un perro o un gato desde antes de concebir un hijo, se plantean cómo harán para lidiar con el animal con menos tiempo y energía.
Tener o adoptar una mascota, sobre todo un perro o un gato, implica mucha responsabilidad. Debe ser algo muy pensado y analizado y, no ser producto de un arranque caprichoso de un momento. Hay que ser conscientes de que nos estarán acompañando en la vida por un buen tiempo (entre 12 y 20 años).Las mascotas no son objetos decorativos.
Cierto es que, es muy beneficioso para los chicos el crecer en compañía de una mascota. Les aporta seguridad, mucha alegría, afecto y cariño, cuidados y protección mutua. Igualmente, es importante encontrar un animal compatible con la personalidad de la familia, teniendo en cuenta los hábitos y forma de vida, así como también el espacio con que se cuenta (no es lo mismo vivir en un departamento que en una casa con jardín). Existen razas más inquietas y demandantes, y otras que son más tranquilas. Siempre es conveniente dejarse aconsejar por veterinarios o especialistas en el tema.
Si ya se tiene un perro o un gato en la casa, la llegada de un bebé, suele implicar un cambio en ese animal. Pasa de ser quizás el “centro” de ese hogar, a tener que compartir tiempo y afecto con ese “intruso” que acaba de aparecer. Para evitar inconvenientes o situaciones peligrosas, lo principal es nunca dejar al animal a solas con el bebé. Esto no quiere decir que haya que evitar que entren en contacto, que permanezcan alejados porque sería muy contraproducente, el animal le tomaría rencor al chiquito. Al contrario, debe lograrse un acercamiento entre ambos, que sea de manera paulatina, de a poco. Además, hay que seguir manteniendo la rutina y los cuidados que se tenían para con el animal antes de la llegada del bebé : no dejarlo demasiado tiempo solo mientras se sale o pasea con el bebé, saludarlo con el mismo afecto de siempre, mantener un espacio a solas entre duñeo y mascota, sin la presencia del chiquito. Al mismo tiempo, también hay que dejar que la mascota se acerque al chiquito, siempre bajo supervisión, y estando cerca. Por más bueno que una animal parezca o sea, no deja de ser un animal y nunca se puede saber en un 100% cómo serán sus reacciones y comportamiento.
Cuando el niño va creciendo, es importante enseñarle cómo cuidar de su mascota, y el trato que debe darle. Enseñarle a nuestro hijo que al perro no se le deben hacer “maldades”, que no hay que tirarle de la cola o de las orejas, ni pellizcarlo, ni molestarlo mientras come, que no debe jugar con el agua y el alimento de su mascota, etc. Si bien los perros suelen “acostumbrarse” a ciertos tironeos por parte de los pequeños y no reaccionan negativamente (muchos hasta lo toman como parte de un juego), siempre conviene recalcarle a nuestros hijos que no deben hacerlo.
Para quienes están a favor de esta convivencia y crianza compartida, uno de los grandes puntos a favor de las mascotas son los valores que le inculcan al niño. Respeto por los animales, sensibilidad y responsabilidad por el cuidado de alguien más y sus emociones son grandes pesos en la balanza. Los perros, (más que los gatos, que suelen ser independientes) fomentan chicos más sensibles, que están atentos a las necesidades de alguien además de ellos mismos. El hecho de convivir con una mascota desarrolla la inteligencia emocional, y ese efecto es algo que se ve incluso mucho después, en la vida adulta, porque son seres más sensibles y con mayores habilidades sociales.
A la vez, la experiencia de transitar el duelo por una mascota, aunque doloroso, también puede ser un aprendizaje para el chico a lo largo de su infancia y de su crecimiento. Si bien nadie está preparado para la muerte, el niño puede entender que las personas y los animales cumplen un ciclo de vida, y guardar de ese perrito todo lo bueno que tenía e hizo. Y el próximo perro que tenga, que tiene otra personalidad y hace otras gracias, no reemplaza ese recuerdo, sino que lo recrea. En la compleja etapa de la adolescencia, un perro es un nexo incondicional con el mundo. Es el compañero más fiel. El chico no se rebela contra él como lo hace con los padres, y el hecho de que lo saque a pasear y se preocupe por cuidarlo habla de cierto grado de empatía con el otro.
Para que haya una adaptación mutua efectiva, en resúmen hay que : enseñarle al niño a tocar al animal con suavidad, evitando la cola o la cara y hocico y, priorizando el lomo y la panza. También decirle que hay que dejarlo en paz y no molestarlo cuando come o duerme. Hay que establecer reglas generales dentro de la familia para la educación y los límites del animal. Con la llegada de un bebé, es bueno dejar que el animal lo huela o lama un poco, como forma de reconocimiento y para que luego exista una linda relación que lleve a una feliz convivencia.
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