El cordón es un tubo estrecho que conecta al bebé con la placenta. Su función es transportar la sangre y proporcionar el oxígeno y los nutrientes necesarios para que el pequeño pueda crecer y desarrollarse.
La formación del cordón es un proceso que se inicia en la tercera semana de gestación, finaliza en el segundo mes y continúa su crecimiento durante el embarazo, llegando a medir en promedio cincuenta centímetros de longitud y unos dos centímetros de diámetro. Este tubo está constituido por tres vasos sanguíneos: una vena, que se dirige desde la placenta hasta el bebé y conduce el oxígeno y los nutrientes provenientes del flujo sanguíneo materno, y dos arterias -que parten del bebé y llegan hasta la placenta- que transportan los llamados “productos de desecho”, impurezas que, transferidas a la sangre de la madre, son eliminadas.
Los vasos sanguíneos están recubiertos por un tejido llamado gelatina de Wharton que los protege y le otorga rigidez y elasticidad para acompañar los movimientos del bebé sin comprimirse. El cordón cumple una función fundamental porque todos los requerimientos del bebé para la vida intrauterina los recibe de ese intercambio. ¿Qué pasa cuando sufre alteraciones durante el embarazo?
Cordón de una sola arteria: esta anomalía se presenta cuando en el cordón se desarrolla una sola arteria en lugar de dos. Se puede detectar tempranamente y con frecuencia está asociada a malformaciones mayores –cardíacas, renales- o alteraciones menores como bajo peso del bebé o partos prematuros. Es una anomalía infrecuente, menor al 1%, pero que no tiene corrección durante el embarazo.
Prolapso del cordón umbilical: esta complicación muy poco común se presenta cuando las membranas -bolsa de aguas- se rompieron y el cordón se desplaza por la cavidad vaginal antes de que se produzca el nacimiento del bebé. En esa situación, el cordón sufre una compresión y el pequeño puede dejar de recibir sangre. En estos casos, es indispensable que el bebé nazca inmediatamente, en general, a través de una cesárea. Esta alteración se produce con más frecuencia en partos prematuros y de bajo peso, cuando el bebé está en posición de nalgas o las membranas se rompen por una intervención obstétrica.
El cordón umbilical puede ser estudiado por métodos eficaces de diagnóstico: la ecografía convencional, las actuales 3D y el Doppler Color, una técnica que utiliza ondas sonoras para medir el flujo de sangre a través de los vasos umbilicales.
Sin embargo, las complicaciones del cordón no se pueden diagnosticar con un grado absoluto de certeza antes del parto, excepto la anomalía de arteria única.
La ecografía puede detectar algunas brevedades de cordón, determinadas circulares (en general, las localizadas alrededor del cuello) y en forma excepcional el nudo real. El monitoreo fetal antes del parto sólo permite insinuar una posible alteración de la circulación sanguínea y, durante el trabajo de parto, el monitoreo puede hacer sospechar la existencia de un trastorno del cordón al alertar algún grado de sufrimiento fetal, pero no puede dar un diagnóstico de certeza.
Generalmente, las alteraciones del cordón se detectan en el momento del nacimiento y, en ocasiones, no tienen ninguna repercusión para el pequeño. Si el monitoreo fetal alerta posibles complicaciones, el obstetra deberá valorar, según el avance del bebé por el canal vaginal, la vía de finalización del parto –normal o por cesárea-, para llevar a buen término el esperado nacimiento.
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