Los 3 años de edad es el momento a partir del cual los recuerdos empiezan a quedar más o menos grabados. Obviamente, no se puede recordar todo lo que nos sucedió a partir de ese momento, pero sí se pueden relatar algunos de los sucesos más significativos. Este curioso fenómeno recibe el nombre de amnesia infantil.
La edad promedio para el primer recuerdo suele rondar los 3 años y medio. Pero esa es la media, es decir, habrá personas que tendrán recuerdos de antes de los 3 años y habrá quienes los tengan a partir de los 4. De hecho, se ha documentado que 1 de cada 30 adultos es capaz de explicar un recuerdo con 1 año de edad. De igual modo, 1 de cada 30 adultos no recuerda nada que le haya sucedido antes de los 6, 7 o incluso 8 años.
Otro dato curioso es que, las mujeres tienden a tener recuerdos más tempranos que los hombres. La explicación plausible es que las niñas maduran antes que los niños. Aprenden antes a hablar, aprenden antes cómo funcionan las relaciones interpersonales, desarrollan antes sus capacidades cerebrales y, en consecuencia, son capaces de almacenar recuerdos antes que los niños.
Gran parte de los recuerdos que tenemos de nuestra infancia los mantenemos vivos gracias a nuestros padres. Hay estudios que han llegado a mostrar que los niños de algunas culturas tienen más dificultad evocando sus recuerdos más tempranos, como las asiáticas, probablemente por la diferencia de relación de los niños con sus padres. Al parecer, las madres asiáticas no tienen costumbre de hablar del pasado con la misma frecuencia que las madres de occidente, y cuando lo hacen no se centran tanto en lo que sus hijos hacían o dejaban de hacer.
Otro factor que determina la diferencia parece ser la posición que te ha tocado al nacer, dentro del grupo de hermanos. Los primeros que nacieron, los hermanos mayores, tienen recuerdos anteriores que los hermanos siguientes. La explicación podría ser el hecho de tener vivencias domésticas siempre con un número menor de personas (mamá y papá) que los hermanos, que las comparten con mamá, papá y el hermano, el hecho de pasar más tiempo con los padres, que al tener un segundo se reparten más y los niños tienden a estar más solos en sus juegos y rutinas y el hecho de que el menor puede llegar a ser menos espontáneo y más imitador: los hijos pequeños tienden a imitar a sus hermanos y sus decisiones son, a menudo, menos propias.
La mayoría de recuerdos antiguos que tenemos los recordamos porque en ese momento sucedió algo emocionante o importante. Los niños que han tenido una infancia más bien monótona, aburridota y con pocos eventos a destacar tienen, obviamente, menos sucesos que recordar. Los niños que, además, han tenido una infancia con sucesos que les hacían sentir mal, dolidos por ver injusticias y con problemas que en su momento no se resolvieron, tienden también a tratar de no evocar esos recuerdos. De manera consciente e inconsciente crean un muro que les evite recordar aquellos tiempos y como consecuencia tienen primeros recuerdos más tardíos (cuanto menos se recuerda algo y se habla de ello más fácil es olvidarlo). Por otra parte, vivencias impactantes (por buenas o por malas) puntuales, que llegan a marcar un antes y un después, que impresionaron mucho a los niños, son más fáciles de recordar por el mero hecho de ir recordándolas a medida que pasan los años. Si a los 2 años me pasó algo horrible es posible que a los cinco lo recuerde y me venga de nuevo a la mente. Quizás un día a los siete vuelva a recordarlo, porque a los cinco lo hice consciente. Podría ser que a los diez me venga de nuevo porque a los siete lo recuperé de nuevo, y así hasta llegar a la edad adulta, reforzado por el simple hecho de haberlo ido recordando varias veces en el tiempo.
Sigmund Freud decía que la amnesia infantil se debía a la represión inconsciente de los recuerdos. Algo así como un mecanismo de defensa que los almacena en un lugar inaccesible para evitar que nos afectaran. Ese lugar, esos recuerdos reprimidos, podrían volver a salir a la luz con ayuda de la psicoterapia.
Teorías posteriores vienen a decir que es una cuestión más biológica. Hasta esa edad el cerebro no se ha desarrollado todavía hasta llegar a un mínimo en el que los recuerdos puedan ser almacenados. Vamos, que sin la capacidad de empezar a recordar bien las cosas, es imposible que suceda.
Otras investigaciones sugieren que los niños sí son capaces de recordar y almacenar sus recuerdos, incluso cuando son pequeñitos, pero que los pierden más rápido que los adultos. Dentro de estas teorías entraría la neurogénesis. Los investigadores vieron en ratas adultas que cuando aceleraban la creación de células neuronales tenían más dificultad para almacenar recuerdos. A la vez, vieron que cuando frenaban la creación de células neuronales en ratas jóvenes tenían una mejor memoria.
Los niños tienen una neurogénesis altísima. Su cerebro está en constante crecimiento y muestra de ello es que desde el nacimiento hasta los tres años el cerebro dobla su tamaño. Es posible que a partir de ese momento el crecimiento sea más progresivo, más lento, y por eso sean más capaces de empezar a almacenar recuerdos para siempre.
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