Un niño se puede poner a dieta cuando padezca sobrepeso u obesidad, y la dieta se base en enseñar al niño y a su familia a comer sano. La obesidad infantil es un importante problema de salud pública a nivel mundial. Al igual que en los adultos, en los niños y adolescentes el padecimiento de obesidad se asocia con mayor prevalencia de diversos factores de riesgo de enfermedad, como:
- Pre-diabetes.
- Diabetes tipo 2.
- Hipertensión.
- Asma.
- Síndrome metabólico.
- Sistema inmune debilitado.
- Trastornos del sueño.
Además, los niños y niñas con exceso de peso tienen peor autoestima y calidad de vida. Un niño obeso tiene un 80 % de posibilidades de seguir siéndolo cuando alcanza los 35 años. Y, un adolescente con sobrepeso u obesidad, incluso si adelgaza en un futuro, incrementa su riesgo de mortalidad por cualquier causa respecto a otro de peso normal, especialmente por problemas cardiovasculares. Por lo tanto, urge detectar este problema y resolverlo lo antes posible para que el niño esté sano y tenga un peso correcto desde la niñez y para toda la vida. Por ello, es preciso acudir a un nutricionista para que valore el estado nutricional del niño y baje de peso.
Cuando sospechemos que nuestro hijo/a empieza a engordar, debemos llevarlo al pediatra, quien determinará una consulta con un médico nutricionista para que estudie su composición corporal. Para determinar en qué situación se encuentra un niño, debe mirarse la talla, el peso y el Índice de Masa Corporal (IMC). A diferencia de los adultos, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha establecido unos percentiles específicos de talla, peso e IMC para la edad y el sexo, ya que la cantidad de grasa corporal cambia con la edad y el sexo. Por lo tanto, se considera que un niño está en sobrepeso cuando supera el percentil 85.
¿Cómo poner a dieta a un niño?
Primero, es fundamental entender el concepto de dieta, pues no se refiere a una dieta estricta en la que se pasa hambre y se eliminan alimentos, sino que consiste en llevar una alimentación saludable y reeducar al niño y a la familia para que aprenda a comer sano.
Para que un niño pierda peso, tiene que aprender a comer sano, así como su familia. Una herramienta muy útil es seguir el método del plato de Harvard, donde la mitad del plato está compuesto por verdura y fruta, un cuarto del plato por proteínas animales (carne, pescado, huevos, lácteos) o proteínas vegetales (legumbres) y la parte restante, por cereales integrales o tubérculos (pan, pasta, arroz, papas). Por otra parte, hay que eliminar todos los alimentos con una densidad calórica elevada y una densidad nutricional baja, como las facturas o medialunas, cereales de desayuno, jugos, galletitasas, etc., y dejarlo para ocasiones especiales, o consumir dulces caseros.
Los niños no deben seguir una dieta hipocalórica, pero sí ajustar las cantidades a su peso, sexo y edad, ya que puede ser que el niño esté comiendo más de lo que debería. A todas las madres les da pena dejar a sus hijos con hambre, pero es importante que el niño aprenda a decidir cuándo ha comido suficiente, sin llegar a llenarse. Inicialmente, puede servir de ayuda, al disminuir la ración, acompañar el plato con más cantidad de verdura, ya que contribuye con la sensación de quedar “satisfecho”.
Si el niño no hace ejercicio físico, hay que fomentar que se mueva y haga deporte, ya que solo la alimentación no es suficiente, sino la combinación de alimentación y actividad física, porque tendrá una pérdida de peso más rápida y saludable. Por lo tanto, si un niño/a tiene sobrepeso u obesidad, no hay que dudar en acudir a un profesional para enseñarle a comer y establecer unos hábitos dietéticos adecuados, así evitaremos que sea un adulto obeso en el futuro, con todas las repercusiones que esto conlleva.