Es posible que algunos padres se hayan preguntado alguna vez si sus hijos quieren más a sus padres que a sus madres, pero es una pregunta que nunca se les debe formular a ellos para saber la respuesta. Los niños no tienen que sentir nunca la disyuntiva de pensar la respuesta de si quieren más a un padre o a una madre, porque no importan las circunstancias que estén pasando, ellos siempre querrán a ambos.
Hay padres que piensan que puede que ellos mismos sean el favorito de sus hijos o quizá sus parejas. Puede haber preferencias pero a la hora de querer a uno o a otro, las preferencias suelen difuminarse y existe amor para ambas (de una forma u otra). Igual que los niños deben sentirse amados por ambos de sus padres, ellos también deben amarles para poder sentir un buen equilibrio emocional. Pero aunque un niño quiera igual a su padre o a su madre, puede haber preferencias por uno o por otro y esto es totalmente normal. Igual que a veces los padres pueden tener a un hijo favorito aunque quieran a todos los hijos por igual, a los niños les sucede algo parecido con sus progenitores.
Todas las personas pueden tener preferencias por aquellos con los que tienen más facilidad de comunicación, que son más simpáticos y que en definitiva se sienten mejor estando al lado de esa persona. Que un niño tenga preferencias por un padre no significa que quiera menos al otro, simplemente significa que con un padre determinado puede suplir unas necesidades emocionales que van más allá de las palabras y que con el otro progenitor no lo consigue de la misma manera.
Pero la realidad es que las preferencias por el padre favorito pueden cambiar con el tiempo y dependerá de la situación y de la relación que se tenga con los hijos. Este tipo de favoritismo que pueden tener los niños con sus padres es salgo inofensivo y el otro padre no se debe sentir mal por la preferencia, y ni mucho menos usar este tipo de situación para manipulaciones emocionales. Lo que resulta importante es que los padres entiendan que no hay ningún padre que sea favorecido o el finalista, el amor de un hijo no es una competición. Sólo es necesario trabajar las emociones en casa para conseguir que el niño pueda sentirse tranquilo y amado por ambos progenitores por igual y que no deben existir comportamientos tóxicos o inadecuados para “ganarse” más afecto del niño.
Por otra parte, hasta antes de los 2 años la figura de apego más fuerte normalmente es la madre, tanto por las características biológicas de la maternidad, como por la estructura social que favorece que sea ella quien pasa más tiempo con él. Sin embargo, poco a poco los niños empiezan a cortar el cordón umbilical, a ampliar su red de referentes y a aceptar en ella una nueva y enriquecedora relación con el padre. A partir de este momento la intensidad del apego a la madre o al padre puede variar y no hay reglas establecidas para ello ni respuestas únicas del por qué sucede en cada caso. Muchas veces depende obviamente del estilo de crianza que ejerce cada uno, de la edad, del sexo, del tiempo que pasan con cada uno, de su carácter y el tuyo, de sus intereses, etc.
Si hemos hecho lo mejor que hemos podido para mantenernos afectivamente cerca de nuestros hijos, no hay ningún motivo para sentirnos tristes, decepcionados o desbancados por el otro padre ni para pensar que estamos haciendo algo mal. Normalmente son etapas.
Comportamientos o reacciones que no podemos tener y otros que sí para saber cómo actuar en caso de que nuestro hijo quiera más a papá que a mamá, o al revés.
Lo que NO hay que hacer:
- No debemos nunca tomarnos personal que nuestro hijo prefiera al otro cónyuge.
- No reaccionar negativamente ante las preferencias de tu hijo, hacerlo sentir culpable o chantajearlo.
- Nunca rivalizar con nuestra pareja por la atención de nuestro hijo.
- Nunca tratar de desquitarnos de otras formas como ignorarlo, mostrar rechazo o preferencia por otro hermano o por algo más, etc.
- No intentar ganar su afecto a través de regalos y concesiones.
Lo qué SÍ hay que hacer:
- Lo mejor que podemos hacer es soportar estoicamente el periodo de preferencia de nuestro hijo por su padre o por su madre y sentirnos felices de que tengan un buen vínculo.
- Actuar normalmente.
- Tener paciencia.
- No sentirnos por ello menos importantes.
- Buscar formas nuevas de reforzar nuestro vínculo con él.