La resiliencia es la capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos. Se trata entonces de la capacidad para salir fortalecido de las situaciones vividas, sin importar si son negativas. La resiliencia se relaciona íntimamente con la felicidad porque permite a cada persona tomar lo vivido, aprender de ello y transformarlo en algo bueno para el futuro.
La resilencia nos permite ser positivos y aprovechar las adversidades para crear nuevas oportunidades. Saber aceptar las adversidades que nos plantea la vida, sobrellevarlas lo mejor posible y crecer gracias a lo vivido, es importante para alcanzar la felicidad. La resiliencia es como una luz de esperanza porque, no importa lo que suceda, podemos convertirlo en algo positivo para nosotros.
Lamentablemente, esta capacidad no es intrínseca al ser humano. No nacemos siendo seres resilientes sino que aprendemos a serlo. Por este motivo, como padres, es casi fundamental poder enseñarles a nuestros a hijos a ser resilientes para que para que ellos sepan adaptarse, aceptar lo vivido, aprender y seguir adelante. Los adultos podemos enseñarles a los chicos a ser resilientes, a transformar cualquier situación vivida en algo nuevo y positivo. De esta manera, los ayudamos para que no queden estancados en el pasado y, puedan mirar hacia el futuro. Conocer las propias fortalezas y debilidades es fundamental para desarrollarse en todos los aspectos de la vida.
- Dar el ejemplo: el primer paso para enseñar resiliencia es practicarla. Nuestros hijos sólo se convertirán en personas resilientes si nosotros así lo somos. Los pequeños nos observan continuamente y, al dar el ejemplo, les demostramos cómo podemos exprimir cada experiencia al máximo, convirtiéndola en algo positivo.
- Dejar que los chicos se equivoquen: algunas veces los padres pecamos de sobreprotectores y esto no es bueno para los niños. Ellos necesitan ciertas libertades para experimentar y equivocarse. Tenemos que darle espacio a nuestros hijos para que puedan cometer errores porque, cuando nos equivocamos, estamos aprendiendo.
- Dejar que los niños afronten las consecuencias de sus actos: este punto está unido al anterior. Debemos dejar que nuestro hijo se equivoque y que asuma ese error. Los niños deben descubrir que existen consecuencias por sus actos ya que es la única forma en que interiorizan normas sociales y evalúan qué merece la pena y qué no.
- Permitir que los chicos se frustren: en ocasiones, protegemos a nuestros hijos para evitar que sufran, lo que impide que aprendan algo nuevo. Este es otro error bastante habitual: muchos padres evitamos que nuestros hijos se frustren para que no sufran. Pero, ¿estamos realmente ayudándoles a adaptarse a la vida? Tenemos que enseñar resiliencia a través de la experiencia personal, permitiendo que los chicos tengan pequeñas frustraciones y que aprendan que de todo es posible sacar algo bueno.
- Ayudar a los niños a pensar: los padres tendemos a dar soluciones. Sin embargo, los niños deben aprender a solucionar problemas, a pensar y a utilizar la lógica. tenemos que permitir que nuestros hijos piensen por sí mismos y simplemente serles de “guía” en el proceso para que ellos sean capaces de encontrar la solución. De esta forma, ellos se terminarán sintiendo orgullosos de ellos mismos.
- Enseñarles que todo cambio implica una oportunidad: a veces el problema está en el “cómo” se miran las cosas. Todo cambio, por malo que sea, puede ser una oportunidad. Esta es la base de la resiliencia. Todo puede ser convertido en algo mejor.
- Fomentar la autoestima: los niños con una buena autoestima afrontarán mejor los problemas y tendrán un pensamiento más feliz. Un niño que no se valora y no se cree capaz de nada, no podrá afrontar dificultades y desafíos.
- Querer a nuestro hijos y demostrarlo: es muy importante que seamos capaces de demostrar el amor y cariños que sentimos por nuestros hijos. La resiliencia se enseña desde el amor y, solamente así podemos criar niños con esperanza para que el día de mañana se transformen en adultos fuertes, empáticos y felices.