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¿Qué tipo de madre queremos ser?

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Todas las mamás primerizas hemos tenido que escuchar variadas y contradictorias opiniones que nos brindan no sólo las personas de nuestro circulo familiar y amigos, sino también gente desconocida, como la vendedora de un local, una señora que espera cerca nuestro en la cola del Banco o el supermercado o, cualquier otra persona que se suponga con derecho, o se sienta con experiencia y autoridad suficientes como para dar consejos y opinar sobre cómo estamos criando a nuestros hijos, decir qué estamos haciendo mal y cuál es la mejor forma de hacerlo.

El llanto de los bebés pone a prueba la tolerancia de los adultos y es habitual que frente a la primer señal de congoja comiencen a devenir una catarata de comentarios: “tiene hambre”, “tiene sueño”, “no le hagas upa que se va a mal acostumbrar”, “te tomó el tiempo”, “no le pasa nada, es un capricho”, etc.etc. Todas estas opiniones (no solicitadas, por supuesto), generalmente suelen tener una buena intención, pero nos incomodan, nos enojan y lo más triste es que, poco a poco, van anulando nuestra capacidad para ponernos en el lugar de nuestro hijo, para ir conociéndolo y aprendiendo a descifrar, a decodificar, qué es lo que le produce malestar o aquello que anda necesitando.

Si sucumbimos al enojo con quienes nos dan incesantemente su opinión y nos centramos en eso, desperdiciamos energia que tendría que estar puesta en nuestro chiquito/a y, al mismo tiempo nos sumamos estrés y le transmitimos todos esos sentimientos negativos. Si, por el contrario, hacemos todo lo que los otros nos dicen, privamos a nuestro hijo/a de tener la mamá que podemos llegar a ser, a la vez que nos privamos a nosotras mismas de la maravillosa experiencia de ir descubriendo a nuestros pequeños/as y descubriéndonos a nosotras mismas como madres.

Inevitablemente, recibiremos a diario diferentes “recetas” sobre cómo criar a nuestros hijos de la mejor manera y, aunque pueda resultar difícil, debemos intentar no enojarnos ni angustiarnos, ni tampoco seguir los consejos al pie de la letra para no tener conflictos con quienes nos rodean. Resulta más saludable escuchar lo que nos dicen, agradecer cuando notamos que el interés es genuino, tomar aquello que consideremos que pueda servirnos y dejar de lado aquello con lo que no acordamos, porque somos las mamás quienes mejor reconocemos aquello que nuestros hijos necesitan, y como todos los niños son diferentes, también lo somos como madres. Cada una elegirá con qué tipo y estilo de crianza se siente más a gusto.

Hay que tener en cuenta que como madres primerizas y puérperas solemos estar muy vulnerables y tener muchas inseguridades y ambivalencias emocionales. Nosotras mismas tenemos que comprender esto y hacérselo saber a quienes se encuentran en nuestro entorno más intimo para que puedan entendernos y así evitarnos sufrimiento y momentos incómodos.

Es fundamental que nos permitamos conectarnos con nuestros sentimientos y emociones, con lo que nos pasa como mujeres, con el rol de madres, y con el vinculo con nuestros hijos. Si nos damos la posibilidad de mirar en nuestro interior, buscar las raíces de nuestro sentir y redescubrirnos en esta nueva identidad, nos acercamos cada vez más a esa mamá que podemos y queremos ser. Conectarse con una misma facilita la conexión con nuestro hijo y, sólo desde allí podemos definir conscientemente el estilo de maternidad que deseamos brindarle.