Si el bebé ya comió y llora le hacemos upa, si patalea porque quiere el chocolate se lo compramos y si el adolescente promete que, si le compramos la play, no se llevará ninguna materia, se la compramos. Este es el mayor error que cometemos los padres. Se denomina síndrome del emperador a la actitud o maltrato de los hijos hacia los padres, donde los niños aprenden a controlar a los adultos logrando que obedezcan y cumplan sus exigencias, caprichos y berrinches. Este fenómeno se puede dar desde los primeros años de vida y continuar y aumentar en la adolescencia en donde de por sí el diálogo y la comunicación es más difícil de establecer.
La clara puesta de límites es fundamental desde la cuna. Si un bebé llora y ya fue amamantado y no está enfermo, no es necesario tenerlo en brazos. Podemos quedarnos al lado de él haciéndole compañía. Tampoco es correcto pedirle permiso al niño o consultarte todo como si fuera un adulto, desde qué ropa usar hasta qué quiere comer. Es muy sano el libre fluir de las emociones, a veces hay que dejarlo que se enoje.
El boom de las neurociencia permitió comprender muchas de las conductas de las personas.En el caso de los niños se demostró que no es beneficioso cumplir con todas las peticiones, sino que es importante que puedan incluir el no en sus vidas porque es una palabra con la que se cruzarán en más de una oportunidad. En ese sentido, también, es recomendable tener cierta empatía con ellos, no ponerlos en contra y que de algún modo entiendan que es lo mejor para su futuro.
A veces es más fácil dejar que el chico juegue con la computadora, darle el celular o el control remoto cuando lo pide y hasta comprarle lo que quiere para que no ocasione un escándalo o un llanto imparable, sobre todo en lugar público. Pero por más que nos duela y sea nuestra pequeña debilidad hay cosas que no se negocian porque a medida que el niño crezca la situación no tendrá retorno o al menos será mucho más complejo, sobre todo en la adolescencia. ” Mantener un equilibrio entre la firmeza y el afecto sin dejar de lado el diálogo, la confianza y el disfrute es fundamental”,concluye Schujman.
Estos chicos se caracterizan por:
- Ridiculizar a los padres en público
- Pueden llegar a insultar
- Recurren a la ironía constante
- Hacen sentir culpable a los padres: ( “Vos trabajás todo el día”, “Sos un mal padre”,”Vos no entendés”, “Vos sos malo”, etc)
- Ejercen desprecio ( No quieren saludar, no quieren comer lo que cocinás y se quejan de ello, no quieren que los ayudes ni a bañarse, hacer la tarea, yo puedo solo)
- Quieren que sus caprichos se cumplan ya mismo. No manejan las esperas.
La falta de límites desarrollará problemas en el futuro y desempeño del niño. Desde lo académico hasta lo laboral. Por eso es que, de a poco, es importante comenzar a implementarlo. El niño debe asumir responsabilidades: levantar la mesa, ordenar sus juguetes, etc. Hay que evitar la contradicción en la pareja con respecto a sus decisiones. Si el padre dice no, la madre debe mantener ese no y viceversa. Las charlas de pareja siempre es mejor tenerlas en privado. No brindar regalos a modo de premio. Una cosa es el reconocimiento a base de esfuerzo que es correcto y estimula. De otra manera, esa persona al tomar un empleo esperará algo a cambio más allá de su sueldo, se sentirá insatisfecho. También podrá verse perjudicado en la relación con sus pares o en los vínculos sentimentales. Hay que dejar en claro quien manda en el hogar y quien es el adulto mayor responsable. No es necesario ser un sargento y estar siempre con cara seria pero sí diferenciar un padre amoroso y compresivo de un amigo. Se debe perder el temor a la reacción de los chicos cuando los retamos o le imponemos un castigo.
En los adolescentes, también, se recomienda que los padres realicen una consulta con un terapeuta para lograr un acercamiento al joven y aumentar el diálogo, pero sin dejar de lado la puesta de límites. No sobreprotegerlo.