Cuando hablamos de lactancia, nos llegan a la mente imágenes de madres y bebés en perfecta armonía y rodeadas de una paz envidiable. Todas buscamos lograr este estado único de felicidad de comunión con nuestro bebé.
Desde hace años que nos “venden” esta imágen y esos momentos mágicos con nuestro hijo. Es verdad que son especiales pero siempre y cuando todo vaya bien. Cuando las cosas no salen como las deseamos, una sensación frustrante puede apoderarse de nosotras. Pasaron 9 meses de gestación que culminaron finalizado en un parto (más o menos largo) y por fin estamos con nuestro bebé en brazos, podemos verlo, sentirlo, olerlo. Una nueva vida ha comenzado, ya somos “mamá” y un torbellino de hormonas y sentimientos desbordados recorren nuestro cuerpo. Ahora tenemos una nueva responsabilidad, la de seguir alimentando al bebé , lo ponemos al pecho, es un acto natural, el sabe cómo hacerlo y nuestro instinto debería guiarnos, hemos hasta imaginado muchas veces ese momento.Pero pasan los días y algo no va bien, algo no está saliendo como se su pone que debería salir, ¿qué sucede?
Tenemos claro que hemos llegado hasta aquí gracias a la lactancia materna, somos mamíferos y estamos programados desde el nacimiento para hacer simplemente eso, mamar. Es un acto natural grabado a fuego en nuestros genes y como tal, lo normal, como cualquier proceso natural, es que todo vaya bien. Pero no siempre tiene por qué ir bien, como todo proceso que sucede en la naturaleza no es perfecto y puede fallar. Y si, esta vez te ha tocado a ti. Sin embargo, en vez de ser conscientes que pueden presentarse problemas, hemos idealizado la lactancia hasta llevarlo a límites peligrosos. Hemos interiorizado que la lactancia debe ser un momento de felicidad. No voy a negar que haya una conexión especial entre madre e hijo y que para muchas madres sean momentos de pura felicidad. Pero lo que es maravilloso para muchas no tiene por qué serlo para otras.
- Se supone que tu leche es capaz de alimentar por si sola y sin suplementos externos a tu hijo.
- Se supone que la naturaleza es sabia y que tanto tú como tu hijo sabrán cómo se tiene que hacer.
- Se supone que en respuesta a la succión del bebé se liberan un conjunto de hormonas que producen una sensación de bienestar y felicidad.
- Se supone que como madre tenés que ser capaz de hacer posible todo lo anterior, que es un deber “sacrificarse” por el bebé.
¿Qué sucede cuando el chiquito no sube el peso suficiente? ¿Qué sucede cuando los pezones se agrietan y dar de mamar se convierte en una tortura? ¿Qué sucede cuando las horas se hacen días y las noches eternas? ¿Cuándo en vez de sentir amor en esos momentos sientes obligación? ¿Qué pasa cuando nuestro hijo sólo quiere estar al pecho? ¿Qué pasa cuando simplemente no hay ningún problema con la lactancia pero no somos felices? Todo lo anterior puede tirar por el piso la lactancia y hacer que se abandone, puede convertirla en un verdadero infierno, y por mucho que intenten convencernos, ninguna mujer debería pasar por semejante calvario.
Muchas veces, cuando el problema sólo confiere a la madre, como grietas, mastitis, falta de sueño o depresión, tendemos a hacerlo pasar como un proceso más asociado a lactancia. Quizás la falta de sueño si lo sea y poco podamos hacer al respecto salvo volvernos aves nocturnas, pero las otras causas si son tratables y en muchos casos tienen solución. El problema es que en muchos casos se desconocen los medios para tratar esos problemas o simplemente no están a nuestro alcance. Ciertas consultores o puericultoras pueden ayudar con la mayoría de problemas físicos asociados a la lactancia, grietas, dolores de espalda, en los pechos, así como resolver muchas de las dudas que nos preocupan. Muchos de los dolores derivados de la lactancia son por malas posturas a la hora de dar de mamar o por un mal “enganche” al pezón que un asesor de lactancia puede corregir.
Los pediatras y los psicólogos pueden también ayudar a las madres con problemas. Una depresión postpartopuede afectar en la relación de una madre con su hijo. Porque una parte importante para el desarrollo del bebé es la leche materna, pero otra muy importante es el estado emocional de su madre, que en muchos de estos casos es la gran olvidada. Es tal la presión ejercida por la sociedad actual sobre las madres, que el hecho de tener que verse obligadas a abandonar la lactancia materna o de no haber sido capaces de implantarla con éxito genera un sentimiento de culpa muy difícil de superar en algunos casos. Las críticas por parte de ciertos sectores de la sociedad, que ven el abandono de la lactancia como una falta se sacrificio por parte de la madre, sin conocer siquiera la historia que hay detrás de cada fracaso, carga de más dolor algo que ya de por si no es nada grato para ninguna mujer.
La leche materna es lo mejor que le podemos dar a nuestro hijo, es algo que se ha demostrado y que no se pone en duda, pero la leche artificial no es mala, simplemente no es igual de buena pero nuestro hijo va a poder ser un niño sano con ella. Parece que ahora esté de moda para unos la lactancia materna y para los otros la lactancia artificial. Hay que dejar de juzgar sin conocer qué historia hay detrás. Ser padres ya es suficientemente complicado, pero ser madre los primeros meses lo es mucho más aún. Intentar ayudar en vez de criticar. Lo importante es que nosotros y nuestro hijo seamos felices. Se debería tener más en cuenta el estado emocional de la madre, sobre todo los primeros meses y dotar a los centros de salud de personal especializado para ello.