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Poner límites a nuestros hijos: autoridad no es autoritarismo

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Hoy es casi una constante escuchar críticas hacia los chicos, pre-adolescentes y adolescentes actuales con respecto a lo irrespetuosos y desafiantes que son muchos de ellos. No son pocas las personas (por lo general las mayores) que están convencidas que en este asunto “el pasado fue mejor” y que antiguamente no existían este tipo de comportamiento entre los jóvenes. Suelen expresar que en tiempos pasados existía un mayor respeto a los mayores, a los adultos, a los profesores y autoridades, que había cierta disciplina y que no se osaba cuestionar a los adultos cuando se tomaban ciertas decisiones. Mucha gente opina que, incluso, se debería volver a esa educación autoritaria de antaño para que el adulto se haga respetar y el chico sepa comportarse y no ser maleducados.

La realidad es que no deberíamos confundir los vocablos autoridad y autoritarismo porque su significado es bien distinto. Cuando alguien sugiere que se debería volver el autoritarismo lo que está  pidiendo és que los padres vuelvan a ejercer la presión que ejercieron los nuestros, el “aquí se hace lo que ordeno y mando”, el “cachetazo a tiempo para que aprenda” y el castigo para enseñar a los niños las consecuencias de sus actos. A la vez, está pidiendo que en las aulas vuelvan los gritos, las penitencias y el “aquí se habla cuando yo digo, se hace lo que yo digo, se obedece y no se habla más al respecto”. Entonces, la realidad es que el que hace uso del autoritarismo es porque , efectivamente, ha perdido autoridad. Muchos de los problemas actuales con la juventud tiene más que ver debido a una excesiva permisividad y a una gran falta de atención compensada con bienes materiales. 

autoridad no es autoritarismo

Ningún chico puede aprender bien si se encuentra en un ambiente en el cual está desmotivado porque se lo trata de mala manera y , no puede hacerlo porque cuando un adulto tiene que hacer uso de semejantes métodos para lograr la atención de los niños y para que le hagan caso es porque ya ha perdido la autoridad. El problema es que, en lugar de encontrar un equilibrio, mucho padres actuales deciden huir del autoritarismo pero se vuelcan en una total negación de toda presión hacia los niños, y evitan todo tipo de castigos. Parece que todo se rige por los “no”:  “no podemos castigar”, “no podemos pegar”, “no podemos gritar a nuestros hijos”, “no podemos humillarles” y es cierto, un ser humano, por pequeño que sea y por mucho que esté aprendiendo no merece nada de esto. Sin embargo, los chicos sí mercen esa construcción de la educación que va más allá de la negación del autoritarismo, merecen una educación positiva, basada en el respeto al prójimo, que tenga en cuenta también la negación de la permisividad en que se han estancado muchos padres, que han dado a sus hijos tanta libertad que en casa mandan ellos.

No hay que recuperar el autoritarismo, pero sí hay que recuperar la autoridad y el respeto por las personas. Pero el respeto no es algo que se pueda imponer. De pequeños nos lo imponían, respetábamos a nuestros padres y adultos porque si no nos pegaban y nos castigaban, o eso creían. Eso creían porque eso no es respeto, sino que es miedo, y el miedo no crea relaciones sociales sanas, nunca, porque son relaciones completamente asimétricas.

limites a los hijos_autoridad no es autoritarismo

La autoridad no es puede exigir, uno se la tiene que ganar. Eso se consigue con los actos, enseñando con el ejemplo (los chicos copian lo que viven en sus hogares), con el modo de tratar a la gente, con el respeto que uno profesa a los demás y el que exige para sí. Los profesores tienen que recuperar la autoridad y los padres también, respetando a los niños y haciéndose respetar. Los chicos serán pequeño y faltos de experiencia de vida, pero no son tontos. Si ven a un profesor entregado, que les escucha, que se preocupa por su trabajo, que se entrega para hacer de sus clases un momento digno de vivir, que aporta ideas y soluciones y que puede ser cercano con los alumnos, acaba por ser un profesor respetado, querido y con autoridad. De igual modo, cuando un padre se preocupa por sus hijos, cuando les atiende, les escucha, les habla con respeto, les explica lo que está bien y lo que está mal, dónde han errado y dónde pueden mejorar, dónde erraba él de pequeño y cómo mejoró, un padre capaz de dar y recibir cariño, sus hijos acaban por respetarle y reconocerle la autoridad. En definitiva, lo que hay que hacer es educar a los niños con diálogo y respeto.