Los padres que tienen más de 1 hijo suelen decir que sienten un amor incondicional por todos, en forma igual, sin diferencias. En el caso de familias con 3 hijos, por ejemplo, los papás se dedican a cada uno de ellos con las mismas ganas, con la misma alegría, paciencia , les brindan la misma contención y, por supuesto, les desean lo mejor y están dispuestos a todo para que crezcan felices.
Sin embargo, las relaciones entre padres e hijos son diferentes de acuerdo a la personalidad y/o carácter que tenga cada papá/mamá y cada nene/a. A veces, hay mayores semejanzas, similitudes y coincidencias con 1 de los hijos y el papá o mamá puede sentir algo “especial” o “extra” por ese pequeño/a con quien poseen una mayor “compatibilidad”, por decirlo de alguna manera. El acto narcisista de reproducirnos impulsa a los padres en favor del hijo mayor, el más saludable, el que tendrá más éxito reproductivo o, puede que los padres se inclinen por el más vulnerable. Algunos eligen al más atlético o al que le va mejor en la escuela porque los hace sentir exitosos como padres. En cambio, otros eligen al menos virtuoso porque requiere más atención.
No existen los hijos preferidos en el sentido estricto de la palabra. Existen sentimientos positivos y negativos normales en la relación entre padres e hijos. Y estos son inevitables.
Hay que recalcar que, en realidad, el amor es el mismo para con todos los hijos, pero lo que varía son los sentimientos y las relaciones que los papás tienen con cada uno de ellos en particular. Es imposible tener un chico “hecho” a medida y semejanza. Ellos nos sorprenden siendo como son, cada uno a su manera. No sólo nacen con temperamentos muy diferentes sino que además los padres tenemos una personalidad bien formada y definida que hace que nos resulte fácil o no tanto el ir acomodándonos a los distintos temperamentos de nuestros chiquitos/as. Por ejemplo, si los padres son personas muy tranquilas y apacibles, seguramente serán papás ideales para criar un chico dócil, sensible y tranquilo. Pero probablemente les cueste más educar a uno que sea inquieto, enérgico y de fuerte personalidad. Puede hasta que terminen encontrandolo molesto, desconcertante, y desafiante. Y esto quita el hecho de que lo adoren y amen con locura.
Entonces, lo primordial a tener en cuenta es el aceptar las diferencias, evitar a toda costa las comparaciones que lo único que generan es resentimiento y, sentirse orgullosos con el hijo que estamos criando, resaltando sus virtudes, haciendo foco en sus habilidades y en su forma de ser, orientándolo y conteniéndolo.
Por otra parte, y pese a todos los razonamientos lógicos anteriormente nombrados, es frecuente que al tener la sensación de que preferimos a uno de nuestros hijos, sintamos algo de culpa. Lo que hace surgir la culpa en nosotros es esa irritación incontrolable que sentimos frente a uno de nuestros chicos y que no lo sentimos con el resto. Sobre todo, si no encontramos ninguna razón para que esto suceda. Nos inquieta esa dificultad en aceptar con comodidad los sentimientos de irritación hacia un hijo. Sin embargo, reconocer estos sentimientos y poder expresarlos nos producirá un importante alivio. Quiénes no creén que los padres puedan tener entremezclados distintos sentimientos hacia sus hijos suelen sufrir por ese motivo. Usualmente se sienten culpables, se esfuerzan por negarlo o terminan sobreprotegiéndo a sus hijos.
Es importante tener en cuenta que la culpa que sintamos perjudicará más a nuestro hijo que la irritación que podamos demostrarle. Los chicos se sienten mejor con papás que admiten sus sentimientos que con los que no los aceptan. De esta manera, ellos pueden sentirse mas cómodos con los propios sentimientos. Claro, tampoco es cuestión de expresar cualquier cosa que se nos cruce por la cabeza. Se trata de admitir con coherencia, afecto y equidad nuestros sentimientos.
El favoritismo afecta la relación entre todos los miembros de la familia, inclusive entre hermanos. En algunas familias esto hace más fuerte el vínculo y, en otras, lo pone en peligro, fomentando la rivalidad entre hermanos. Con aquél hijo con quién tengamos una relación más difícil será necesario poner especial atención para evitar el desaliento, los celos y la competencia con el hermanito preferido. Los celos y las rivalidades entre hermanos por las relaciones de los papás con cada uno de ellos son hechos de la vida y es imposible evitarlos por completo. Pero sí es posible disminuir estos sentimientos y ayudar a convertirlos en menos dolorosos y más constructivos. Aunque no salgan a la superficie, los celos entre los hermanos siempre existen. La cuestión no es ignorarlos, negarlos o provocar la vergüenza en el chico. Lo ideal es ayudarlos a que se manifiesten con más intensidad los sentimientos de afecto que siempre acompañan a los celos. Por otra parte, la competencia aparecerá espontáneamente. Cada uno querrá ser el preferido de sus padres y competirá con su hermano con la intención de ganar el amor de sus padres.Cuando los chicos están satisfechos con el amor que reciben, no les molesta la atención que los padres demuestren por sus hermanos.