Después de escuchar tantos casos de abandono de bebés por parte de sus propias madres biológicas, de mujeres que dan a luz y se niegan a ver y tomar en brazos a su recién nacido y, hasta de espantarnos (e intentar comprender lo incomprensible) cuando escuchamos y vemos en los medios cómo pueden existir madres que dejan tirados a la suerte a sus hijos en cualquier lado, como si fueran basura… (ni hablar de las que los asesinan), realmente es inevitable preguntarnos si el llamado “instinto maternal” verdaderamente existe o si, no es más que un invento de la sociedad.
Pareciera ser que algunas mujeres nacen para tener hijos. Otras, ven a la maternidad como algo posible, pero no obligatorio. Otras tantas, ven a un chiquito y huyen despavoridas. También están las que quedan embarazadas “por accidente”, sin desearlo y los 9 meses de gestación no la hacen cambiar de parecer, incluso sienten rechazo por ese bebé que crece dentro de ellas. Por otra parte, están esas mujeres que, aún sin tener hijos, sabrían a la perfección cómo cuidarlos, cuándo darles de comer, qué hacer si lloran, etc. ¿Ser mamá es una cuestión de “instinto” ?
El instinto de proteger, cuidar, nutrir y amparar a un hijo sólo puede manifestarse en la medida que ese hijo exista y tengamos una relación amorosa con él. No necesitamos el instinto materno para quedar embarazadas. Una cosa no tiene nada que ver con la otra. Quedamos embarazadas porque somos fértiles, porque hemos tenido contacto sexual con un hombre y porque hace parte de la naturaleza humana. El instinto aparece más tarde, cuando el niño nace. A partir de ese momento, hay un bebé necesitado de cuidados maternos que despierta nuestra capacidad de amar.
Sin embargo, existen mujeres que no experimentan esto. Nuestra capacidad de proteger y cuidar a un depende de la represión sexual que hemos vivido a lo largo de toda nuestra vida, del desamparo en el que hemos permanecido sometidas durante nuestra infancia y de la moral, el autoritarismo afectivo y la rigidez que aún hoy persisten y hacen parte de nuestra manera de ser.
Una vez que tenemos al bebé en brazos nos encontraremos con nuestra capacidad o incapacidad de cuidarlo, según nuestra historia emocional pasada, de la que generalmente no tenemos un claro registro. De todas maneras, la función materna se puede aprender buscando referentes externos, siempre y cuando reconozcamos que nos resulta difícil responder a las demandas del niño pequeño. Muchas veces, las mujeres atravesamos los embarazos totalmente despojadas de nuestro saber interior y luego parimos en cautiverio: pinchadas, nerviosas y apuradas. Entonces, después de producido el nacimiento, nos sucede que desconocemos a nuestra cría. Las madres tenemos que hacer un esfuerzo intelectual para reconocer a ese hijo como propio, con la culpa y la vergüenza de pensar internamente que quizás no tenemos ese valioso “instinto materno”.
Sí se ha tenido una buena infancia, si hemos hemos recibido suficiente amparo,contención, apoyo, gestos y palabras cariñosas, mirada exclusiva, disponibilidad emocional , acompañamieno y explicaciones a lo largo de toda nuestra infancia, es mucho más probable que respondamos instintivamente a las demandas del niño pequeño. Caso contrario, necesitaremos apoyos externos que nos guíen hacia el amor, y nos liberen de los prejuicios. Además, este instinto tan remarcado a las mujeres, no es de su exclusividad. De hecho, se ha comprobado que muchos hombres pueden tenerlo y terminan siendo más protectores que muchas mujeres.