«El objeto de toda discusión no debe ser el triunfo, sino el progreso» —Joseph Antoine René Joubert—
Ver a los adultos que más aman discutir es algo por lo que, lamentablemente, muchos niños/as han debido pasar. Es normal que los padres estén en desacuerdo y discutan de vez en cuando. A veces, las parejas pueden no compartir la misma opinión y aún así pueden hablar de ello de una manera tranquila. En caso de que esto no sea así, recordá: las discusiones de los padres mejor lejos de los hijos.
Lo ideal es tener una charla en la que ambas personas tengan la oportunidad de hablar y escuchar los distintos puntos de vista. Sin embargo, existen muchos casos en los que los padres no están de acuerdo y todo termina en una discusión. Ciertamente, la mayoría de los niños se preocupan cuando sus padres discuten y esto provoca que se sientan asustados, tristes o molestos. Incluso cuando acuden al silencio en torno a las discusiones, también pueden esconder un sentimiento de culpa.
Asimismo, los conflictos entre los padres pueden afectar la salud mental de un niño y el desarrollo de sus habilidades sociales y emocionales, además de influir en los logros académicos y afectar su capacidad de formar relaciones futuras. De hecho, varios estudios e investigaciones han descubierto que el conflicto no resuelto entre padres tiene una influencia poderosa en el desarrollo temprano de los niños, la salud mental y las posibilidades de su vida futura.
Razones por las cuales no debemos discutir frente a los niños
1. Los chicos/as son emocionalmente inseguros
Las discusiones provocan una sensación de inseguridad de los hijos sobre la estabilidad de la familia. Los niños que están expuestos a muchas peleas pueden preocuparse por el divorcio. Además, puede hacer que sea complicado para ellos tener una sensación de normalidad con respecto a la familia; se debe a que los motivos de las peleas pueden ser impredecibles y ocurrir en cualquier momento.
2. La relación entre los papás y los hijos puede verse afectada
Los conflictos son estresantes para los niños y, sin ninguna duda, para los padres también. Un padre que sufre estrés no puede pasar tiempo de calidad con los hijos. En tanto, para ellos también puede ser difícil mostrar calidez y afecto cuando están enojados y molestos con la actitud de los mayores.
3. La pelea genera un ambiente estresante
Escuchar discusiones frecuentes o intensas no es agradable para los niños y se traduce en estrés. Estas situaciones pueden afectar su bienestar físico y psicológico, además de interferir en el desarrollo normal y saludable del pequeño. El estrés asociado con vivir en un hogar de alto conflicto puede afectar el rendimiento cognitivo del niño. Cuando los padres pelean con frecuencia, los niños tienen más dificultades para regular su atención y sus emociones. Además, su capacidad para resolver problemas de manera efectiva también se ve comprometida. A menudo, los niños se preocupan por el significado que tienen las discusiones de los padres y las consecuencias que pueden acarrear. Eso provoca que puedan sacar conclusiones precipitadas y piensen que las peleas significan que sus padres ya no se quieren.
Generalmente, los niños se sienten molestos cuando ven o escuchan a los padres discutir. Es difícil para ellos escuchar los gritos y las palabras desagradables. Del mismo modo, ver a los padres desconcertados y fuera de control puede hacer que los infantes se sientan desprotegidos y asustados.
Sin embargo, las discusiones de los padres no significan que no se amen o que deseen una separación. Afortunadamente, la mayoría de las veces, los conflictos son solo una forma de desahogarse cuando tienen un mal día o no comparten una opinión.
De hecho, los niños de todas las edades pueden verse afectados por un conflicto entre padres. Por lo general, las consecuencias aparecen a través de altos niveles de agresión, hostilidad y violencia. A nivel interior, pueden mostrar bajos niveles de autoestima, además de episodios de ansiedad y depresión. Los pequeños pueden preocuparse por uno de los padres durante la discusión. Su inquietud suele radicar en que se sienta especialmente triste o lastimado por la otra parte. A veces, las discusiones de los padres hacen llorar a los niños o les provocan cualquier tipo de incomodidad física. Por ejemplo, puede aparecer un dolor de estómago provocado por los nervios o incluso pueden tener dificultades para dormir o concentrarse en la escuela.
Aunque somos conscientes que es complicado, hay que hacer lo máximo posible para tratar de evitar tener discusiones delante de los niños. Por más que no siempre se manifiesten, todas pueden afectar al niño a nivel emocional.